Prólogo | Origen del conflicto | El estudio del Talmud | Análisis del conflicto | Los líderes de Israel | El expediente de Ariel Sharon | El manifiesto de Ariel Sharon | Israel, Irak, USA | Sabra y Chatila: ¡Crímenes contra la humanidad! | Informe de la Comisión Kahan | Demanda contra Ariel Sharon | El Lobby de Israel en E.U. | Opinión | Fotografía | Denuncia | ¿Conciencia o rebeldía? | Los secretos químicos de Israel | El sueño y los planes de Ariel Sharon | Página del lector

Home

Medio Oriente
Denuncia

botónespeciales.jpg

De

elhocicón.jpg

Presenta su reportaje sobre

bmoriente.jpg

Agosto 22 de 2002

Agosto 22 de 2002

Israel: Yo acuso

Haim Bresheeth

Al-Ahram Weekly

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Los ocupantes y torturadores de toda una nación se han colocado en el papel de víctimas. ¿Cómo?, pregunta Haim Bresheeth

Parece haberse establecido recientemente un nuevo paradigma, y como muchos de los nuevos paradigmas, ha llegado de Estados Unidos. Ya no se puede criticar y atacar en la prensa y en los medios a las políticas y acciones asesinas y miopes del actual régimen israelí, sin confrontar de inmediato la acusación de antisemitismo. ¿Y quién que esté en pleno uso de sus facultades mentales quisiera enfrentar esa acusación, por más injustificada que sea? Los judíos que escriben en este sentido, tratando de establecer una clara distancia entre ellos y las barbaridades realizadas en su nombre, obtienen una sentencia mitigada: ¡sólo se les acusa de odiarse a sí mismos! Y lo que sucede es que puede ser que sientan odio hacia algo, pero nunca hacia sí mismos o sus acciones, sino hacia las acciones de los que se arrogan el derecho de hablar por todos los judíos en otros sitios, muertos o vivos, y de utilizar a esa multitud de gente dispar como un respaldo automático para toda atrocidad que puedan cometer.

Esta forma de terrorismo cultural contra los críticos del sionismo desenfrenado, su continua e inhumana ocupación, ha sido extremadamente efectiva y aterradora: no sólo ha funcionado bien con muchos judíos liberales, que ahora se muestran renuentes a expresar su profunda revulsión ante los acontecimientos en el Oriente Próximo, ha silenciado a la mayor parte de la izquierda en Gran Bretaña. Pocos liberales están dispuestos a enfrentar la ferocidad de la comunidad judía al respecto, y ser calumniados como racistas y antisemitas. Es un desarrollo que enfurece –que los ocupantes y torturadores de toda una nación hayan logrado presentarse como si fueran víctimas. Esto es aún más pronunciado en EE.UU., donde la minoría judía, uno de los grupos étnicos más pequeños del país, es también el más rico e influyente. Este poderoso grupo parece haber olvidado la lección de su pasado, incluso la exterminación física.

Los que no quieren ver, oír y sentir al otro, están condenados a convertirse en el otro definitivo: el racismo se basa en la negación del otro, de su punto de vista, de sus derechos, de su dolor, su humanidad. Es lo que Europa y sus muchas sociedades han infligido a los judíos durante siglos, y todo el mundo tuvo que sufrir las consecuencias de una tal ceguera. Ahora, parece que las comunidades judías en Occidente han interiorizado su poder recientemente adquirido, como si fuera un derecho divino que les permite invalidar los criterios básicos humanos y sociales, y actuar por la fuerza del poder, y del (justo) sentimiento de culpa de la sociedad occidental. Algunos interlocutores judíos hablan de los palestinos como si ellos fueran los nuevos nazis cuando es la fuerza armada del estado sionista la que ha dominado el Oriente Próximo durante décadas.

Pero ese poderío armado ha fracasado en un aspecto importante –no puede garantizar la seguridad. ¿Es algo que deba sorprendernos, en nuestros días? ¿Ha logrado alguna ocupación militar, por opresiva que sea, conquistar al ocupado, o aplastar su sed de libertad? Seguramente incluso la equivocada dirigencia israelí no asume que haya alguna perspectiva de un desarrollo parecido. Pero parece creer que puede quebrantar la voluntad palestina mediante una combinación de medidas que van de la brutal ocupación, los asentamientos ilegales, el castigo colectivo de todo tipo, el hambre generalizado y la falta de agua, la expulsión y la limpieza étnica. Estos son los medios postulados para resolver el "problema palestino," y soluciones sumarias de este tipo recuerdan naturalmente otras soluciones finales. Y tales soluciones son ahora propaladas, discutidas en seminarios, evaluadas por representantes del Congreso y del Senado de EE.UU., para no hablar de grupos de presión judíos y otros pro-israelíes como la mesiánica derecha cristiana de EE.UU.

De la derecha obnubilada por el poder, incitada por el ascenso de la dinastía Bush, a la izquierda judía liberal, todos participan en el debate, haciendo paralelos entre los atacantes suicidas palestinos y el 11 de septiembre de 2001, como si hubiera algún punto de comparación entre los dos casos. La discusión coloca a Israel, haga lo que haga, del lado de los ángeles, condecorado con el sello de la Guerra contra el Terror. La mayor parte de los medios occidentales se dejaron conducir a este modelo básico del conflicto –las fuerzas palestinos son pistoleros, militantes, y facciones extremistas, mientras se refieren al IDF [ejército israelí] usando la misma terminología utilizada para describir las hazañas militares de los aliados occidentales en Afganistán. El ala liberal, mientras tanto, hace otro tipo de paralelos –una descripción del conflicto basada en igualar las acciones de ambos lados. La desesperación personal y política que alimenta los atentados suicidas es comparada con la violencia impuesta a diario por el IDF, una fórmula que confunde la causa y el efecto, al ocupante y al ocupado, al poderoso y al patéticamente débil.

Tenemos que tener esto bien claro, no hay ocupación buena, no hay ocupación justa, ni ocupación necesaria. Hay y ha habido sólo un tipo de ocupación militar, el tipo por la que Sadam tuvo que pagar en 1991, y por la que procesan ahora a Milosevic. Hasta que se llegue a comprender esta simple verdad no podrá haber ningún tipo de paz en el Oriente Próximo, de ninguno de los dos lados. Cualquiera, judío o gentil, que trate de andarse con rodeos al respecto, de dejarlo para más adelante, de decirnos lo compleja que es la situación, podrá enceguecer al público por un momento, pero no podrá cambiar la naturaleza de la realidad. Cualquiera que pierda el tiempo en discusiones inútiles sobre las comparaciones entre Suráfrica e Israel y sus respectivos tratamientos hacia la población indígena, está sólo engañándose. Cualquiera que esté profundamente horrorizado por el despido de dos académicos israelíes, por injustificado que haya sido, pero cierra los ojos ante el sufrimiento diario, continuo, de toda una nación, está prolongando la agonía de los dos lados. Dos mil años de historia judía en Europa nos han enseñado todo lo que necesitamos saber sobre el racismo y el antisemitismo –nos enseñaron a escuchar alertamente la voz de la minoría, de aquellos sin derechos, de aquellos bajo el poder y la ocupación de los poderosos. Es una lección que jamás debiéramos olvidar, jamás malinterpretar ni abandonar. Judíos, liberales, demócratas, igualitarios –en otras palabras, la mayoría de la sociedad- deben recordar esta dolorosa lección y unirse en la expresión de la exigencia de un fin inmediato de la ocupación, de los asentamientos ilegales, de la barbarie del gobierno militar, y por el establecimiento de plenos derechos para Palestina, como miembro de la comunidad internacional.

Decirlo fuerte y claramente no es antisemita, sino el deber de gente de conciencia en todas partes, judíos y no judíos; puede que los verdaderos antisemitas sean los partidarios del statu quo. Toda la historia judía nos lo dice.

El autor, un académico y activista por la paz israelí que vive en Londres, es co- editor de "The Gulf War and the New World Order, y coautor de "Introduction to the Holocaust".

Septiembre 11 de 2002

Septiembre 11 de 2002

Israel: Úteros al servicio del estado

Gideon Levy

Ha'aretz

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Israel ha decidido que va a abordar de frente su "problema demográfico". La semana pasada, después de una pausa de cinco años, Shlomo Benizri, el ministro de trabajo y asuntos sociales, convocó el Consejo de Demografía de Israel. Había dos puntos en la agenda, dijeron los informes –la necesidad de conducir a las familias a tener más hijos, y el problema de los trabajadores extranjeros en Israel.

A primera vista, se trata solamente de un comité más. Pero el que se vuelva a convocar a este organismo en particular, y la total indiferencia con la que fue recibido el evento, es causa de seria preocupación. En la actual atmósfera pública en la que se consideran los estallidos de racismo como políticamente correctos, la acción de Benizri –como representante del partido ultra-ortodoxo Shas que es cada vez más nacionalista- no puede sorprender. Sin embargo, se puede expresar asombro ante las personas que han aceptado asistir a un comité que evoca terribles connotaciones históricas.

En primer lugar, tenemos la composición del comité –sus 37 miembros incluyen a personalidades públicas, abogados, científicos y médicos. Hay por lo menos tres importantes ginecólogos en el panel. – el profesor Shlomo Mashiach, presidente de la asociación de obstetras y ginecólogos, el profesor Yosef Shenkar, la doctora Hanna Katan, y un inmunólogo, un microbiólogo y un médico especializado en ética médica.

También hay representantes de la organización femenina Na'amat, y del Lobby de las Mujeres. ¿Para qué se reunieron los ginecólogos y las representantes de las mujeres? ¿Para impulsar un aumento de la tasa de natalidad en Israel? De ninguna manera. Se reunieron para alentar a las mujeres judías de Israel –y sólo a ellas- a tener más hijos, un proyecto que, si lo juzgamos basándonos en la actividad del anterior consejo, también tratará de impedir los abortos. ¿Trae algún recuerdo?

¿Y cómo contribuirán los ginecólogos al esfuerzo? Bastará con que propongan métodos para aumentar la tasa de fertilidad judía e impedir los abortos, o sugerirán también técnicas para aumentar el número de abortos y reducir la tasa de natalidad entre las mujeres árabes? ¿Y qué sucederá con las mujeres no-judías de la antigua Unión Soviética?

Por burdas que parezcan estas preguntas, en realidad se encontrarán en el centro de las discusiones del comité, incluso si van envueltas en varios extraños disfraces. Después de todo, meterse en los dormitorios de los ciudadanos del país, y utilizar a científicos, médicos y organizaciones femeninas para movilizar los úteros de las mujeres para propósitos nacionales, son elementos de control reservados a los regímenes totalitarios. Es verdad, David Ben-Gurion también hizo campaña por un índice de natalidad más alto, pero no lo hizo mediante ginecólogos y con una guerra contra los abortos.

Sin embargo, aun si el comité decidiera no tratar los aspectos del índice de natalidad, tenemos que reconocer que el "problema demográfico" si fuera realmente un problema, no será resuelto por un comité ni con ningún otro método dictado por el gobierno. No hay razones para suponer que Benizri desee que se acabe la ocupación –lo que hubiera sido la única solución democrática efectiva para preservar el carácter judío de Israel- ya que él y su partido han expresado recientemente su vigoroso apoyo a los asentamientos.

Por lo tanto, la única solución que queda para cualquiera que esté tan molesto por el problema demográfico es la transferencia de población. Primero expulsamos a los trabajadores extranjeros, después movemos a los árabes.

A principios de los años 70, fue establecida la Comisión Gafni, un organismo interministerial con la tarea de "examinar la tasa de desarrollo en Jerusalén". Sus recomendaciones, que fueron presentadas en agosto de 1973, decían: "La proporción entre judíos y árabes en Jerusalén debe ser mantenida" –la proporción en esa época era de un 73,5 por ciento de judíos frente a un 26,5 por ciento de árabes. Desde entonces, los gobiernos israelíes han hecho muchos esfuerzos para implementar esa recomendación –se han construido innumerables vecindarios nuevos sólo para judíos, mientras que las vidas de los residentes palestinos de la ciudad se han convertido en un infierno. Se les quitan sus derechos de residencia, sus casas son demolidas, se les niegan permisos de construcción, reciben precarios servicios y no se aprueban los planes de desarrollo para su parte de la ciudad. El objetivo de todo es hacerlos abandonar la ciudad y mantener el sagrado equilibrio. ¿El resultado? Veintinueve años después que la Comisión Gafni presentó su informe, la minoría palestina en Jerusalén ha aumentado a un 32,5 por ciento. ¿La conclusión? Una transferencia de población o el fin de la ocupación en Jerusalén. No se necesita una comisión para llegar a esa conclusión.

Israel es un estado binacional, multicultural, y ya es hora de que reconozcamos esa realidad. La única manera de hacer frente a ese hecho es convertirse en una sociedad más justa. El único camino legítimo para preservar la mayoría judía, para aquellos que consideran que ese objetivo es de importancia capital, es terminar con la ocupación y tal vez también aumentar la inmigración. El que se defina a los ciudadanos árabes de Israel como un "problema demográfico" despierta crueles recuerdos y les envía un mensaje altamente ofensivo.

¿Qué quieren que sientan si el gobierno, que también es su gobierno, convoca a un comité que tiene el objetivo de reducir su proporción en la población, como si fueran un cáncer cuyo crecimiento hay que detener?

Ya que la tasa de aumento natural de los árabes del país es mayor que la de los judíos, lo que se necesita no es una comisión de ginecólogos sino una política diferente, que convierta a los árabes en ciudadanos que puedan identificarse con su país.

Los árabes en Israel no constituirán ni un "problema" ni un "demonio demográfico" si la actitud hacia ellos es justa y equitativa. Éste es un país en el que las calles están repletas de pancartas exhortando a una transferencia de la población y nadie se preocupa de eliminarlos o de procesar a los que los han colocado. (No es, por otro lado, demasiado difícil adivinar lo que sucedería si se pusieran pancartas llamando a la expulsión de los judíos). Una comisión sobre la demografía no es más que otro mal augurio.

El ejército israelí encierra bajo llave el mar en Rafah

El ejército israelí encierra bajo llave el mar en Rafah

Amira Hass
Ha'aretz

Traducido para Rebelión por L.B.

17 de julio del 2002

Los puestos y vehículos del ejército israelí bloquean el tránsito de los palestinos a lo largo de la costa de Gaza desde Rafah hasta Dir al-Balah. Aquellos que disponen de un permiso especial viajan ocasionalmente para ver a sus familiares de la ciudad de Gaza y para ir a nadar al mar. Pero con el paro aumentando exponencialmente y con Rafah virtualmente cerrada, poca gente puede permitirse pagar los 14 shekels [490 pts., N.d.T.] que cuesta el billete de autobús.

Es difícil calcular el número de parados de Rafah. De hecho, es más fácil contar el número de los que tienen empleo.

Una amarillenta cortina de arena y calor separa a Rafah del resto del mundo. El puñado de visitantes que llegan a esta desventurada y olvidada ciudad sureña tienen que atravesar esa cortina. Partículas de arena se arremolinan formando una niebla irritante y la luz del sol abrasa. La gente deambula de un lado para otro por callejones de arena entre las mezquitas y las casas, o bien se sienta para descansar del sofocante calor. La neblina de arena y el calor abrasador hacen imposible distinguir quién se mueve y quién está sentado, vivo o en estado catatónico.

Sólo los niños se agitan, como hacen en todas partes. Algunos juegan al fútbol en un campo cercano al mercado abierto, indiferentes al calor. Algunos practican el inglés entablando una conversación con algún visitante angloparlante, y unos pocos corren hacia la tienda del barrio para comprar bebidas. Algunos le piden al visitante un shekel y un adulto local les increpa diciéndoles que tendrían que avergonzarse de pedir dinero, mientras que otro adulto mueve la cabeza y murmura algo acerca de su miserable condición.

Pero cuando los muchachos tratan de hacer volar una cometa en un viento que no sopla del mar, ya no se comportan como niños. Las cometas se hacen volar en espacios abiertos, no entre bloques de hormigón que impiden el paso de la brisa. En Rafah no existen los espacios abiertos. El mar ha sido amurallado.

Toda la línea costera entre Rafah y Dir al-Balah ha sido clausurada para los palestinos. Los puestos del ejército israelí, erizados de rifles que apuntan desde las garitas y miradores, y los jeeps o vehículos militares más grandes que ocasionalmente recorren la carretera de arriba abajo, garantizan que nadie irá más allá de las fronteras claramente delimitadas. El mar, un lugar natural para escapar del calor asfixiante y un espacio idílico para el esparcimiento de los niños durante las vacaciones de verano, se ha transformado en un lugar inaccesible visitado solamente en sueños.

No se puede llegar hasta el mar aunque sólo esté a 10 minutos a pie o a 2 minutos en coche. Los que tienen autorización para desplazarse evocan en su fuero interno el aspecto que tiene mientras permanecen en las colas cuando viajan a la ciudad de Gaza. Pero estos son solamente una minoría de afortunados vecinos de Rafah; poca gente dispone de los 14 shekels necesarios para el viaje de ida y vuelta.

En los últimos meses, cuando el ejército israelí ha intensificado su política de "cerco" y aislamiento de la franja de Gaza y ha bloqueado el movimiento entre las zonas del norte y del sur durante horas o días, el mar que baña la costa de Gaza se ha transformado en un puro recuerdo.

Rafah y Kahn Yunis figuran habitualmente en los estudios palestinos como las dos ciudades palestinas más depauperadas. La indigencia y la miseria han aumentado en los últimos meses. Los índices del paro de Rafah, que durante mucho tiempo han sido los más altos de los territorios ocupados, se han disparado. No hay industria. ¿El paro es del 60% o del 70%? ¿Hay que incluir a los agricultores en esas cifras de paro? En los invernaderos locales se cultivan pepinos y flores, pero no se recogen, y el mercado local está saturado de productos agrícolas que no se comercializan ni en Cisjordania ni en Israel. Los agricultores de Rafah echan cuentas y concluyen que es malgastar la gasolina cargar productos en un camión que será retenido durante tres días en una barrera israelí en Gush Katif.

¿Hay que incluir a los conductores de taxis y camiones en la lista de parados? Se suelen computar como conductores, pero nunca se desplazan por la carretera debido a los controles, o bien se limitan a realizar un solo viaje de ida y vuelta a la ciudad de Gaza, en lugar de los siete u ocho viajes que acostumbraban hacer en tiempos normales.

¿Y es representativa la historia de Manal, una arquitecto que durante meses fue incapaz de desplazarse desde Rafah hasta las oficinas de su empresa en la ciudad de Gaza, pero que se las arregló para enviar sus bocetos a sus compañeros a través del correo electrónico? Numerosas instalaciones laborales que fueron prometidas a los residentes locales pero que, o bien nunca fueron construidas o bien fueron construidas y después cerradas, no pueden ser reemplazadas por Internet.

¿Y qué pasa con los jóvenes adultos, con los muchachos de 18 años que acaban de terminar sus estudios secundarios y para quienes la palabra "trabajo" (en el sentido de contribución a los ingresos de la familia), por no hablar de la palabra "educación superior", son sólo términos del diccionario? Esta juventud no está registrada aún en las listas del paro.

LA BASURA SE ACUMULA

La poca gente que gana un salario en esta ciudad de 100.000 personas se reduce a algunos centenares de trabajadores de la esfera pública palestina. Pero no reciben su salarios a tiempo. En Rafah, los residentes se refieren cínicamente a esas demoras en el pago de los salarios diciendo que la mayor reforma instituida hasta el momento por la Autoridad Palestina ha sido la de inventar los meses de 60 días. Los retrasos en el pago de salarios a funcionarios públicos y policías provocan una reacción en cadena de pagos demorados -las deudas a la tienda del barrio o al ayuntamiento no se pagan a tiempo.

Estos retrasos en el pago de los salarios y la consiguiente incapacidad de los residentes para pagar las facturas del agua y la electricidad han dejado su impronta en las calles de Rafah. La basura se apila en el exterior y alcanza niveles que no se habían visto en la ciudad desde principios de los años 90, cuando Israel controlaba directamente la ciudad. No hay fondos para contratar un número adecuado de trabajadores públicos de sanidad. Más aún, simplemente no existe la voluntad de mostrar respeto por el espacio público, que se ha convertido en un escenario de desesperación, falta de esperanza y muerte.

El Centro Palestino de Derechos Humanos ha recopilado cifras que muestran que entre el 29 de septiembre del 2000 y el 24 de junio del 2002 450 palestinos fueron muertos en la franja de Gaza. Cerca de un cuarto de esas personas --112 personas-- murieron en Rafah; esta cifra referida a Rafah incluye a treinta niños. Comparando las estadísticas palestinas de mortandad con los índices globales de mortandad de la población se constata que Rafah y Nablus son las dos localidades más empapadas en sangre de los territorios ocupados. En Nablus, durante la ocupación del ejército israelí del pasado mes de abril, docenas de personas fueron muertas en sólo unos pocos días. En Rafah las cifras de muertos revelan un patrón de mortandad más gradual, es decir, un goteo de muertes individuales, lo que sin embargo no es óbice para que el 24 de junio 6 vecinos de Rafah fueran muertos de un solo golpe.

Yasser Raizak, de 29 años, era conocido como un activista de Az a-Din al-Kassam, el ala militar de Hamas. Dos meses antes del 24 de junio resultó herido cuando preparaba un artefacto explosivo. El 24 de junio viajó al hospital A-Najar Rafah en compañía de dos hermanos, Bassam, de 32 años, y Yusef, de 24. También iba en el coche Amir Kufa, otro miembro de la rama militar de Hamás al que el ejército israelí había perseguido unos meses antes en su barrio de Tel a-Sultan. El conductor del taxi era Sami Omar, de 29 años. A las siete de la mañana, un helicóptero del ejército israelí disparó dos misiles contra el taxi; en ese momento el vehículo se hallaba a 500 m. del hospital y circulaba por una carretera flanqueada por unos cuantos edificios de viviendas a un lado y por olivares al otro. Los cinco hombres murieron en el acto.

Otro taxi viajaba detrás del vehículo alcanzado. Durante unos minutos su conmocionado conductor no pudo moverse ni pronunciar palabra. Mirando por el espejo retrovisor pudo ver al joven pasajero --o, más precisamente, al cuerpo decapitado del pasajero-- que había estado transportando. Este pasajero muerto era Midhat Jurani, de 17 años. Otros tres peatones resultaron heridos por los misiles de helicóptero militar israelí. Uno de ellos, A'aishe Halil, tiene once años.

Tres días más tarde, los restos calcinados del primer taxi cuyos pasajeros habían perecido pulverizados permanecían aún a un lado de la carretera. Un cráter en la destartalada carretera marcaba el lugar donde el misil fulminó el automóvil. Los vecinos del lugar todavía hablan de pedazos de carne que encuentran alrededor de los árboles y en las ventanas, de una mano que alguien encontró, y de niños que por la noche tienen miedo de dormir.

Cuando se les pregunta qué piensan acerca de similares escenas de horror que se producen en Netanya o Jerusalén a causa de los ataques terroristas suicidas, los habitantes de Rafah responden que se trata de una cuestión de "ojo por ojo y diente por diente". Alguien responde a la pregunta con otra pregunta: "¿Qué se supone que debe hacer la parte más débil?", inquiere. Otro comenta que en Israel todo el mundo es soldado. Un habitante declara que él se opone a los ataques terroristas suicidas, pero que se pregunta si los israelíes piensan en los niños palestinos muertos.

El ejército israelí informa de forma diaria acerca de granadas arrojadas contra bases militares o minas detonadas al paso de jeeps del ejército israelí. En Rafah, los palestinos informan diariamente acerca de soldados israelíes que disparan a cualquiera que trate de acercarse, incluso a aquellos que viven en la ciudad.

Los constantes altercados han llevado a muchos a abandonar las casas situadas en las áreas fronterizas. Estos residentes han engrosado el contingente de cientos de personas cuyas casas han sido destruidas durante los últimos dos años por los bulldozers del ejército israelí.

Desde la destrucción de 59 casas en enero en Rafah, otras 20 casas han sido destruidas. Aunque docenas de residentes quedaron sin hogar a causa de esta segunda oleada de demoliciones, las veinte casas destruidas no levantaron el mismo escándalo que se escuchó el mes de enero.

El ejército israelí informa regularmente del descubrimiento por parte de sus soldados de túneles y operaciones de contrabando de armas. Los residentes de Rafah no niegan la existencia de los túneles, pero alegan que la mayoría de ellos fueron cegados hace mucho tiempo por los egipcios.

Guardando un sitio en la fila

En el "Bloque 0" de Rafah las casas que permanecen en pie aparecen dañadas y perforadas por impactos de bala. Los niños se pasean por los callejones; los adultos les conminan a que se den prisa y les advierten: "Tened cuidado, los judíos podrían dispararos". Algunas mujeres están sentadas en el exterior de sus casas y lamentan la suerte de sus hijos en paro, algunos de los cuales han jurado morir como mártires. De vez en cuando un flujo de aguas fecales emerge formando un charco en la arena. Los bulldozers del ejército israelí destruyeron las tuberías de saneamiento que se habían instalado unos pocos años antes con la ayuda de donativos europeos. De los charcos que se forman emana un pestilente hedor.

Es una suerte, dice alguien, que se haya quedado tan poca gente por aquí.

Los empleados del ayuntamiento han intentado en varias ocasiones reparar las tuberías de saneamiento a lo largo de la frontera, pero los soldados judíos les han disparado cada vez que lo han intentado. Finalmente, a finales de junio, miembros de un grupo solidario de defensores de derechos humanos procedentes de Italia y Francia, en compañía de compañeros palestinos, consiguió abrirse paso hasta la rejilla del alcantarillado (llevando en alto carteles escritos en inglés) y formaron un escudo humano mientras que los trabajadores municipales reparaban las tuberías dañadas.

En junio, activistas pro derechos humanos se manifestaron también entre la barrera que el ejército judío tiene instalada a la entrada de Dir al-Balah y la barrera situada en el cruce de Gush Katif. Este tramo de carretera es un amasijo de portones de hierro, bloques de cemento, rifles que acechan desde los puestos militares y una larga hilera de coches palestinos. Los conductores palestinos tienen que esperar a ambos lados de la carretera mientras que el coche de un colono judío o una patrulla del ejército israelí pasa libremente entre ellos. A menudo, ni siquiera se requiere ese motivo para retener a cientos de automóviles y camiones palestinos en la única ruta que les queda a los palestinos que necesitan viajar entre las zonas norte y sur de la ciudad de Gaza.

Los trabajadores extranjeros pro derechos humanos marcharon por la carretera portando pancartas escritas en inglés. Cuando los palestinos trataron de esquivar las barreras dando un rodeo a pie los soldados israelíes dispararon tiros de advertencia al aire. Los activistas humanitarios se acercaron a los soldados y les preguntaron por qué estaban reteniendo el tráfico palestino. Un soldado respondió: si se echan para atrás podremos reabrir la barrera. Los activistas retrocedieron y al cabo las puertas del checkpoint se abrieron.

En la ciudad de Gaza y en Rafah los residentes inquieren a diario por el estado de las barreras militares en ese tramo que va de Dir al-Balah hasta Gush Katif.

Docenas de niños corren por entre los automóviles detenidos. Las nuevas órdenes estipulan que al menos tres personas deben viajar en cada coche. Los niños se ofrecen a los conductores que no satisfacen ese requisito para acompañarles a cambio de una propina. Kioskos improvisados han surgido a lo largo de la carretera y ofrecen café y té a los conductores y pasajeros cuyos automóviles permanecen retenidos durante horas, incluso días. Los conductores de camiones llegan al comenzar la tarde y aguardan hasta que el puesto de control abre a las 3 de la madrugada, o a las 4, o incluso a las 7 de la madrugada.

Nadie anuncia cuándo el tramo de carretera será abierto al tráfico. Las barreras israelíes pueden abrir a las 11 de la mañana, o pueden no abrir. Algunas veces se abren por segunda vez en el día a las 4 de la tarde y permanecen abiertos durante 30 minutos o 2 horas. Durante meses, la gente abandonaba los taxis y montaba en camiones aparcados para la noche enfrente de los controles. Permaneciendo en los alrededores y montando en los camiones esos pasajeros se "ahorraban" la estancia en la línea de espera. Estos desventurados viajeros incluían a profesores universitarios de la ciudad de Gaza, a contratistas y a estudiantes.

Los residentes locales cuentan la siguiente historia: un camión que transportaba 10 vacas con destino al matadero quedó atascado en la carretera al lado de otro camión en el que se apretujaban docenas de personas. Uno de los camiones procedía del sur de la ciudad de Gaza y el otro se dirigía al norte desde Han Yunis. Cuando finalmente se concedió autorización para que los vehículos se movieran, el atasco de tráfico hizo que los dos camiones siguieran inmovilizados. Ninguno de los dos conductores quería ceder su sitio en la caravana y pasar el control israelí después del otro. "Qué diferencia hay entre tú y yo?", le preguntó a su colega el conductor que transportaba las vacas al matadero. "Somos más que vosotros", respondió un pasajero del otro camión.

Para regresar a la página principal, solamente oprima el botón

botónespeciales.jpg